La Reforma Protestante: una reflexión general
Escrito por pastor Eduardo Rivera
El cristianismo nace y vive durante sus primeros siglos bajo persecución. La persecución judía primero y la del Imperio Romano después. Durante el siglo IV Constantino proclama la libertad religiosa en la corte imperial y en el último quinto de esa misma centuria el cristianismo se convierte en religión oficial del Imperio. El lado negativo de esta condición última es que la iglesia se mundanalizó; todo un proceso degenerativo de secularización, de deformación teológica y corrupción moral alcanzó a la iglesia durante la Edad Media (esto no significa que no hubieran cosas buenas, en este artículo, por razones obvias, se hace una enorme síntesis), hasta que en el siglo XVI la Reforma Protestante reaccionó contra esta realidad apóstata. Básicamente el reto de la Reforma fue devolver a las Escrituras el protagonismo central. La iglesia tuvo que reencontrarse como iglesia a partir de la Palabra de Dios, los reformadores tuvieron la gran tarea de replantearse los conceptos de evangelio, de salvación, de misión y otros. Todos conocemos el testimonio de gente como John Wyclif, Juan Huss, Lutero y Calvino, por nombrar sólo a los más conocidos, ellos no vacilaron en el cometido, necesidad que entendieron como impuesta por el cielo, de dar a la Escritura el centro de la fe y de la vida de la iglesia.
Un día, hace muchos siglos atrás, un amigo cercano trataba de convencer por todos los medios posibles a Juan Huss para que este se retractara de sus ideas a fin de librarlo del martirio, Juan le respondió: "estoy dispuesto a cambiar mis creencias si el concilio puede mostrarme con la Biblia en la mano que estoy en un error". Juan Huss murió en la hoguera el 6 de julio de 1415. Nadie pudo lograr, ni sus amigos más íntimos, que se retractara. Retornar a lo que la iglesia jamás debió haber abandonado: Sólo la Gracia, sólo Jesucristo, sólo la Escritura, sólo la Fe (el orden no es materia de interés), constituyeron las grandes causas de la Reforma Protestante. Y muchos de los reformadores no escatimaron ni su propia vida con el único fin de honrar a Dios en obediencia a su palabra y escribir entre otras cosas una historia clara a la posteridad.
Hoy en Chile, la iglesia evangélica en general, y nuestra Alianza Cristiana y Misionera en particular, en fin, cada uno de nosotros, pareciéramos estar a veces, tan sumidos en tradiciones y religiosidad, tan involucrados en un institucionalismo que a ratos pareciera extralimitarse, en teologías o tendencias extrañas y antojadizas, actitudes todas que lo único que parecen revelar es un buen grado de desconocimiento y/o indiferencia por la Palabra. En estas atmósferas un tanto disidentes que generamos, más o menos desplazadas de la gracia, de la fe y de la escritura, en estos ambientes tendenciosos humanistas que parecieran tan similares a los que gatillaron la reforma protestante, necesitamos Huss, Luteros o Calvinos que con un profundo conocimiento y amor por el Dios de la Palabra, nos obliguen a reconsiderar desde la Biblia nuestra tradición, nuestra institucionalidad, nuestros pensamientos, nuestra vida en Cristo. Ojalá, que al igual que los reformadores, nos empeñemos en glorificar a Dios en fidelidad a su palabra y entre otras cosas, en escribir, para beneficio de las futuras generaciones, una historia verdadera y elocuente, sin disidencias, ni ambigüedades.
Deseo para la ACYM en Chile, desde lo más profundo de mi corazón, un reencuentro real con el Cristo vivo por medio de la palabra y del Espíritu. Ruego a Dios nos libere de un evangelio puramente ideológico o discursivo, demagógico al fin, y recuperar así nuestra identidad y misión únicas en el mundo, para la gloria de Dios y bendición de la gente, en el "cuarto de hora" único que tenemos en medio de la historia.
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas... y a tu prójimo como a ti mismo" Mc 12.30-31
En Cristo,
Pastor Eduardo Rivera B.