Lutero " El hombre de la Reforma"

28.10.2013 16:36

El día 31 de Octubre de 1517, fecha conocida como el Día del nacimiento del Protestantismo, Martín Lutero formuló su primera protesta. Se acostumbraba en aquellos tiempos usar las puertas de las iglesias para poner avisos, decretos y cualquiera otra información de caráctar público. Así fue como en la puerta de la iglesia de Wittenberg, Lutero clavó 95 tesis o proposiciones para debatirse. Estas tesis, entre otras cosas, contenían un desafío a la teoría y práctica de la venta de indulgencias. Pero tan fuerte ataque retumbo por todo el mundo civilizado, pues la autoridad misma del Papa se estaba retando. Tan fuerte desafío no podía pasar inadvertido.

Los sucesos llevaron rápidamente a una ruptura con Roma. En junio de 1520, el Papa excomulgó a Martín Lutero. Lutero le desafió de nuevo, quemando la bula de excomunión en público. Un año después se celebró la dieta imperial en Worms y allí fue citado Lutero para que diese explicación de sus actos rebeldes. Su respuesta al emperador y a los emisarios de la iglesia es uno de los momentos históricos en la evolución  de la libertad religiosa. El espíritu de su respuesta se puede muy bien sintetizar en las siguientes palabras: “A menos que sea convencido por las Sagradas Escrituras u otra prueba irrefutable y clara, no puedo ni me atrevo a retractarme de nada, pues mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios. No puedo someter mi fe ni a Papas, ni a concilios eclesiásticos, pues es sabido que estos frecuentemente han errado. Tampoco es conveniente, ni es cosa segura actuar contra nuestra conciencia. Esta es mi posición, no puedo hacer otra cosa, que Dios me ayude. Amén”.

De Worms sus amigos secretamente le secuestraron y le llevaron al Castillo de Wartburgo pues como enemigo de Roma no podía confiar en ninguna promesa de protección ni en salvoconducto alguno de la Iglesia. Roma se había inventado la fácil teoría de que un hereje era tal amenaza a la fe que cualquiera estaba justificado en romper las promesas de protección hacia él. En el castillo de Wartburgo, Lutero se entrega completamente a la traducción de la Biblia al lenguaje del pueblo. Tenía la erudicción necesaria para tal obra. Ahora tenía también tiempo para hacerlo. Aquí terminó la traducción de toda la Biblia al idioma alemán. Las imprentas no daban abasto a la demanda. El pueblo ahora tenía la Biblia en su idioma original. Ahora podían comprender las verdades cristianas leyéndolas por si mismos, y las artimañas del papado no podían ya engañarlos.

La Confesión de Ausburgo
Con el poder de una iglesia sin escrúpulos en contra suya, se necesitaba unión para preservar el nuevo y saludable movimiento reformador. Hasta ahora la situación internacional había favorecido a Lutero. Los ejércitos del emperador habían estado ocupados en otras regiones. Un número de acuerdos fueron tomados por los seguidores de Lutero, pero el que se adoptó en Ausburgo en 1530, conocido con el nombre de Confesión de Ausburgo, fue de todos el más importante. Es el documento que ha unido en una fe común a los luteranos de todas partes y de todas las épocas. Aunque Lutero no estuvo presente en esta ocasión, se mantuvo en comunicación constante con las deliberaciones a través de su amigo y asociado Felipe Melanchton. La Confesión de Ausburgo, por consiguiente, refleja claramente el espíritu y las convicciones de Lutero.

Martín Lutero murió el 18 de febrero de 1546, pero su espíritu vive en toda la Iglesia Evangélica, y especialmente en la iglesia que lleva su nombre. Sin un adalid de una fe tan grande como la suya, la Reforma hubiera sido imposible. Un exámen de la vida de los dirigentes de la Reforma nos lleva inevitablemente a la conclusión a que llegó Henry Van Dyke cuando dijo: “Si Calvino o Erasmo, o aun Knox hubiese sido el propulsor de la Reforma, ésta hubiera sido un fracaso”. Lutero sobresalía por encima de estos y su personalidad sobrepasaba a la de ellos. Por eso bien merece el título de “Padre de la Reforma”.

Gigante Intelectual
Lutero capta la admiración de todos los que estudian su vida sin prejuicio alguno. Fue un gigante intelectual, un brillante y erudito líder de su época. Su traducción de la Biblia al alemán le coloca como único entre los críticos modernos en su forma de tratar los textos originales y en su interpretación del alma de las lenguas originales. Y esto es lo más asombroso, si se tiene en cuenta que trabajó sin la ayuda de los nuevos descubrimientos y nuevos medios que el crítico moderno posee. Un catálogo de sus libros y folletos muestra un conocimiento vasto y una laboriosidad casi sobrehumana. Cómo este hombre pudo escribir tanto a la vez dictar conferencias en la universidad, predicar y dirigir tan sabiamente el movimiento reformador, es verdaderamente un milagro de la gracia divina. Sobre todo, Lutero sabía como expresar las grandes y eternas verdades en lenguaje sencillo. Su Catecismo Menor es usado todavía con éxito por los pastores y maestros luteranos en todas partes del mundo. Después de la Biblia, es la obra que más se ha traducido y usado en la cristiandad.

Gigante de Voluntad
Lutero era un gigante de voluntad. La seguridad de su persona le importaba poco cuando urgía la proclamación y la defensa de la verdad. Era “un héroe vestido de monje”. “¡Viva Cristo y muera Martín!” son palabras que revelan una consagración plena. Si en alguna ocasión tomó decisiones equivocadas, lo hizo con toda sinceridad. Era “una montaña de granito”, inexpugnable, y su firme mano y su clara visión eran guiadas por una certeza de roca. Una vez echada la suerte, Lutero jamás vaciló. Su espíritu es un legado de gran valor a nuestra inestable época.

Gigante de Alma
Lutero era un gigante de alma. Buscaba alivio a las aflicciones deprimente de una conciencia viva y alerta. Y encontró alivio para sí y para nosotros. Convirtió a su propia alma en el laboratorio en el cual desarrolló la fórmula de paz. Lutero tenía esa bella sencillez que es distinción de todas las almas grandes. Amaba las flores, las aves y los niños. Su vida en el hogar demarcó pautas que bien podrían presentarse como lo ideal para nuestros días, época de tanta necesidad en ese sentido. Su amor a la música le hizo introducir el canto de himnos en el hogar y en la iglesia. Su sentido de buen humor frecuentemente le hizo reflejar la rudeza de la época, pero siempre le sirvió para mantener un juicio equilibrado en todo. Y su sencilla fe en el poder redentor de Jesucristo nunca le abandonó. Fue el nuevo descubridor de la sencillez del cristianismo original.